Diversos organismos internacionales especializados (OMC, UNCTAD, ITC o el Banco Mundial) han analizado el impacto de la plena integración de las mujeres a la economía, al sector productivo y al comercio internacional, en especial, el potencial que supone la incorporación de las mujeres en el crecimiento económico y de desarrollo global.
Pero, sin embargo, los prejuicios de género dan como resultado mayores riesgos, menos protección y condiciones de trabajo más desfavorables para las mujeres. Las leyes y los procesos de compras con prejuicios de género impiden que las mujeres ingresen a la fuerza de trabajo y establezcan un negocio o posean activos.
En los últimos años se han concretado avances en la igualdad de género en el campo económico, pero aún existen muchas limitaciones para el desarrollo de nuestro potencial en el comercio exterior: tenemos niveles más bajos de acceso al capital natural, físico, financiero y humano, lo cual dan como resultado la «masculinización» de los distintos sectores de la exportación.
Continúa habiendo obstáculos que es necesario cambiar para dinamizar el comercio internacional con la participación femenina, que tienen que ver con cuestiones administrativas, aduaneras, técnicas o de infraestructura física y digital.
Un menor acceso por parte de las mujeres a la capacitación laboral, particularmente en aspectos técnicos y de gestión, deriva en un menor conocimiento sobre las regulaciones y procedimientos comerciales internacionales. Por ello, las exportadoras a menudo se enfrentan a mayores costos relativos de exportación al estar menos preparadas para negociar que sus contrapartes masculinas, a la falta de acceso a financiamiento comercial e incluso a la exclusión de las redes de distribución.
Por todo ello, considero que el desafío de la integración de las mujeres al comercio internacional requiere de una acción de coaching especializada para mejorar la capacidad de negociación y obtención de mejores costos en cada uno de los activos claves del sector.