Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y desempeñan una función decisiva en la economía rural, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo.
Sin embargo, el sector agropecuario europeo está tremendamente masculinizado en la toma de decisiones, pero no en el trabajo del día a día en el campo.
Las mujeres de las zonas rurales cumplen una función esencial para garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición de la familia mediante el cultivo de huertos, el trabajo asalariado y la preparación de alimentos. Si están empleadas como trabajadoras asalariadas, dedican una parte considerable de sus ingresos a la compra de alimentos para sus familias, superior a la que le asignan los hombres (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 2008).
En la producción alimentaria, mientras que las mujeres tienden a predominar en la comercialización a pequeña escala de los cultivos básicos en los mercados locales, en general los hombres comercializan los cultivos de exportación. Los datos muestran una pauta sistemática de desigualdad de género.
Las agroindustrias orientadas a la exportación pueden proporcionar nuevas y mejores oportunidades de empleo para las mujeres. Los salarios suelen ser más altos y las condiciones de trabajo mejores. Por ello, el comercio internacional puede crear oportunidades para el empoderamiento y el bienestar de las mujeres en la agricultura y es por ello también que el nexo entre el comercio, la agricultura y el género entraña cuestiones centrales de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
En España, el 82% de las mujeres rurales trabajan en las explotaciones agrarias, pero la mayoría de las veces sin recibir salario ni cotizar por el desempeño de su actividad. Es por ello que no se las considera ni estadística, ni social, ni políticamente.
“La Política Agraria Común ha dado históricamente la espalda al papel crucial de las mujeres. Es hora de que la Comisión Europea se ponga las gafas violetas porque ellas son las que sostuvieron y sostienen el mundo rural. Las que trabajaron más duro, nos alimentaron, cuidaron de todo, y de todos. Ellas, las que jamás tuvieron tiempo para sí mismas, son las grandes olvidadas”, afirma la diputada y secretaria de Feminismos Interseccional y LGTBI, Sofía Catañón.