Las mujeres somos hoy más necesarias que nunca en las empresas para representar a los consumidores, para compartir un punto de vista diferente y para contribuir con un estilo de liderazgo alternativo, pero a menos que las empresas y los países hagan cambios culturales para adaptarse a esta nueva realidad, ¿cómo podemos esperar progresar?
Es cada vez más importante valorar las restricciones comerciales que afectan a las mujeres particularmente, ya que también formamos una gran parte de la fuerza de trabajo en la producción orientada a la exportación en todos los países, especialmente en los países más pobres.
Empresas, gobiernos y organizaciones deben trabajar juntos para asegurar que las mujeres exportadoras tengamos igualdad de oportunidades en el comercio internacional.
Los obstáculos legales, administrativos, prejuicios culturales y un acceso limitado a los recursos productivos limitan a la gran mayoría de las pymes lideradas por mujeres relegándolas a ser más pequeñas y menos productivas; y sin aspiraciones a vender en el exterior.
Un estudio reciente del Instituto Global McKinsey demostró que si las mujeres participaran en la economía en igualdad de condiciones con los hombres, el PIB mundial podría aumentar en $28 billones de dólares para el año 2025. Esto es el equivalente de añadir un nuevo Estados Unidos y una nueva China a la economía mundial.
A pesar de los obstáculos, en los últimos años se ha incrementado el número de Pymes exportadoras lideradas por mujeres. Un estudio de la OCDE indica, por ejemplo, que en los últimos veinte años, el número de mujeres empresarias en Canadá ha aumentado más del 200%.
Las mujeres canadienses lideran o son dueñas de Pymes en aproximadamente el doble de la tasa de los hombres.
Aunque la cifra de mujeres exportadoras de Canadá es cada vez mayor, el 57% de ellas consideran la cuestión de género como uno de los principales problemas a la hora de exportar.
Para que la política exterior sea inclusiva, esta debe considerar el rol de la mujer en el desarrollo y los impactos diferenciados que las políticas internacionales tienen sobre las mujeres.
Se trataría de incluir artículos específicos que aborden la relación de género y comercio, cláusulas de igualdad de género en tratados de libre comercio, licitaciones públicas…
Creo que sí se puede influir en la mejora de la equidad de género en el comercio exterior a través de varios canales: primero a través del discurso, de la promoción, de la defensa; segundo por medio de políticas nacionales, incluida la política comercial; y finalmente a través de la participación en organizaciones multilaterales y foros internacionales.
¡Queda mucho por hacer!